Un diario fotográfico en medio del COVID-19 desde Hungría
Hungría reporta un porcentaje bajo en casos de COVID-19, a diferencia de los países vecinos. Aunque en ese país las estadísticas van incrementando. A la fecha domingo 4 de abril, se reportaban 733 personas infectadas y 34 personas fallecidas por la pandemia. Según la página de la oficina del gabinete del Primer Ministro. Las autoridades han ido gradualmente tomando medidas de precaución.
Entre ellas una polémica ley aprobada por el parlamento húngaro que le permite al ultraderechista primer ministro Viktor Orbán, gobernar con poderes extraordinarios, sin límite temporal y sin control. La Unión europea no lo ha visto con buenos ojos al “considerar que pone en juego la democracia húngara”.
Este es el segundo diario fotográfico en medio del COVID-19 que publicamos, esta vez Andres Silva, cofundador de Azacuán, escribe y ha fotografiado su experiencia desde Budapest, donde se encuentra realizando el segundo semestre de maestría en Cine Documental del programa Doc Nomads.
El sol ha salido después del invierno
Texto y fotos: Andres Silva
El 1 de febrero aterricé en Budapest para continuar con la maestría, todo marchaba bien y muy emocionado de estar en la vieja y encantadora ciudad. Se sentía una sensación completamente diferente a lo que estaba acostumbrado, ese choque cultural era lo que quería experimentar. El 8 de marzo recibimos el primer correo de las autoridades de la universidad donde llamaban a la calma y a seguir las instrucciones del gobierno.
El 11 de marzo tuvimos nuestro último día de clases teóricas, recuerdo bien la fecha porque ese día vimos dos películas húngaras que me dejaron un sabor bizarro y perturbador en cierto sentido (Taxidermia de György Pálfi y The District de Áron Hauder), puede que haya sido por la atmósfera que se estaba viviendo ese día. Mucha incertidumbre en las calles, se sentía una sensación extraña.
Ese día salió un comunicado oficial de las autoridades anunciando el cierre oficial de todas las Universidades hasta nuevo aviso, la prohibición de eventos públicos en interiores con más de 100 personas y en el exterior no más de 500 personas. No se permitía la entrada a Hungría desde Italia, China, Corea del Sur e Irán, a excepción de los ciudadanos húngaros que una vez ingresados al país serían puestos en cuarentena automática.
El 15 de marzo se celebró el día y fiesta nacional de Hungría, se tenía programado varios eventos en Budapest, pero esta vez fue en silencio, banderas por todos lados ondeadas por el viento y los puentes adornados eran contemplados por poca gente en la calle. El 16 de marzo el gobierno informó del cierre total de las fronteras a todos los extranjeros, se puede salir, pero no regresar a menos que seas ciudadano húngaro de nacimiento. Los cines, librerías, restaurantes, lugares de entretenimiento, centros comerciales e instituciones culturales están cerrados. Solo supermercados, bancos y farmacias tiene derecho a estar abierto.

Budapest, Hungría. Foto: Andres Silva / Azacuán
Los días han ido cambiando, el domingo que es donde más paz hay en la ciudad, se ha ido prolongando a los lunes, martes, miércoles, toda la semana.
Poco a poco las limitaciones han aumentado, estamos bajo confinamiento desde el 16 de marzo, sin embargo se puede salir al supermercado, banco, farmacia y por “salud mental” se puede salir a caminar o correr. El sol ha salido en Hungría. La primavera ya inició, la época de invierno se ha ido y veo más gente en la calle. La mayoría con mascarillas.
Dejar entrar a la vulnerabilidad y desde ahí empezar
Algunos días salir se siente extraño. La gente se me queda viendo, algunas veces de una manera incómoda y otras con un poco de asombro; mi pelo no pasa desapercibido, pero ha ganado más la sensación de sentirme no bienvenido. En los buses o tranvías la gente reacciona de una manera despectiva si alguien estornuda o saca su pañuelo para sonarse la nariz. En una de mis salidas al supermercado vi a un hombre salir del bus estornudando y tosiendo con hecho pensado, expandiendo sus gérmenes contra las personas que esperaban en la parada de bus.

Budapest, Hungría. Foto: Andres Silva / Azacuán
Otro día vi a un indigente sentado en la banqueta leyendo alejado de la realidad donde personas pasaban con sus mascarillas. Un tercer día vi a otro indigente regalando flores en una esquina y la gente no se las aceptaba, incluso había gente que huía de él.
Los días siguen pasando, la realidad continúa y seguirá allá afuera, a veces batallo para no salir, pero como documentalista visual tengo que estar allá, afuera, y no es morbo, documentar esta parte que se vive en todo el mundo creo que es importante. Sin embargo, trato de salir solamente cuando es necesario; ir al supermercado y caminar son las ocasiones que aproveché para tomar las fotografías.
He ido aprendiendo a observar la realidad. La pandemia ha causado una atmósfera de miedo e incertidumbre y la calma está en juego. Estos momentos son de aprender a cultivarla, de respirar, dejar entrar a la vulnerabilidad y desde ahí empezar a crear.

Andres Silva en el interior de su apartamento. Budapest, Hungría.
Actualmente están reestructurando el semestre de mis estudios que ya estábamos entrando a la parte práctica, teníamos un viaje de campo cerca de Eslovaquia a principios de abril y se canceló, así como otras actividades culturales. Por ahora he estado escribiendo ensayos de las clases teóricas, tratando de aprender otro idioma. Hago ejercicio por las mañanas, veo películas por montón y edito fotos guardadas en el baúl digital.
Editor: Diego Silva.