Escribir desde el lugar profundo. “El Q´anjob´al determina mí poesía”
Sintió, pero no entendió. Con el tiempo supo por qué tuvieron que seguir caminado y dejar el cuerpo de su hermano en alguna parte de la selva, enterrado, junto a otros cuerpos que hasta el día de hoy no han sido encontrados.
Tiene 36 años de edad, los años que duró la guerra en Guatemala. El paisaje donde vive ha cambiado, la selva que vio de niño tiene menos árboles. No hay viento. El Sol es intenso, golpea incluso a las sombras y el río donde estamos parece un espejo de calor. Bajo esas condiciones Sabino Esteban Francisco, poeta maya q´anjob´al, responde a mis preguntas, tranquilamente, como si al calor le costara golpear su sed y hundir sus palabras.
Recorrí cerca de 400km en bus desde la ciudad de Guatemala para llegar a Playa Grande, Ixcán, Quiché, donde me esperaba Sabino para recorrer una hora más de camino, esta vez, en motocicleta para llegar a Xalbal, comunidad donde vive. Cruzamos el puente Xalbal, construido durante la guerra y lugar de varios enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército. Y es que, gran parte de la historia de Ixcán y de él, tienen que ver con la guerra.
Nació en 1981, en la comunidad Pueblo Nuevo, lugar al que migraron sus padres en 1973 provenientes de Santa Eulalia, Huhuetenango. Llegaron durante el marco de la colonización de Ixcán, liderada por la Iglesia Católica.
Sus padres huían de la pobreza. Huían de la exclusión. Huían de la falta de tierra. Huían de los rumores de que los soldados arrazaban y mataban inocentes. Huían para tener otra vida. Pero los rumores eran verdaderos y el Conflicto Armado Interno les cambiaría su futuro.

En el año 1982 la gente huyó de Xalbal tras cometerse varias masacres. Se volvió a poblar en 1984, bajo el control del ejercitó. Los hombres de la comunidad fueron obligados a unirse a las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC). Foto: Diego Gabriel Silva.
Ixcán, lugar profundo de la mujer serpiente y amarilla
Ixcán, en el idioma q´anjob´al se escribe Yich Kan, que significa “Asiento de lo alto”. Pero para los 12 (1) grupos étnicos mayas que habitan en la región, también tiene otro significado.
En la tradición oral para los Q´aqchikeles, Ixcán significa la Mujer Serpiente o Madre Serpiente en referencia a la forma de río Chixoy y el río Ixcán. Para los Q´eqch´i significa Mujer amarilla. Para los qanjobales significa lugar profundo, el centro o punto de convergencia entre dos dimensiones de la naturaleza. Donde inicia el firmamento o la raíz del cielo.
Geográficamente, Ixcán ubicado al noroccidente del departamento de Quiché, significan mucho. La Franja Transversal es una ruta comercial importante que une las fronteras entre Guatemala y México. Antes de ser declarado municipio en 1985, le pertenecía a los municipios de Chajul y Uspantán del mismo departamento, y otra parte, le pertenecía a Santa Cruz Barillas, municipio del departamento de Huhuetenango.
Quiché fue un punto geoestratégico militar que se agudizó a inicios de los años ochenta para eliminar a la guerrilla y reprimir a la población civil que había migrado por la falta de tierra a lugares lejanos como Ixcán, y que fueron perseguidos por el ejercito señalándolos de colaborar con la guerrilla. Los nuevos habitantes se vieron obligados a esconderse en la selva profunda o ser refugiados en México para no conocer a la muerte de la forma en que estaba llegando.
La vida en las CPR
Sabino y su familia vivieron clandestinamente en las Comunidades de Población en Resistencia, CPR. Huir junto a otras familias de la guerra, la muerte, la sangre y el dolor que se embarraba en el cuerpo como el lodo de los caminos que cruzaban en silencio para esconderse.
En 1982 la represión militar se había intensificado y tuvieron que ir a los campos de refugiados en Chiapas, México.

Cooperativa Pueblo Nuevo, lugar donde nació Sabino en 1981. Foto: Diego Gabriel Silva.
Dos años permanecieron en la frontera. En 1984 su padre decidió regresar junto a otras familias a las CPR. Las enfermedades y el hambre eran parte de las consecuencias que sufrían miles de familias desplazadas hacia las montañas por una guerra que llevaba 26 años y faltaban 10 más para que terminara. Ese año Sabino estuvo cerca de morir. Por lo que me cuenta, imagino que su cuerpo y quizás el de otros niños iban tomando el color del patagio de las alas de un murciélago, y la forma de las ramas de un árbol sin agua.
Estaba pálido, desnutrido y lo más seguro era que moriría a los cuatro años de edad. Tenía los ojos hundidos y clavados en las copas de los árboles como buscando la raíz del cielo, ese lugar profundo que significa el nombre del lugar en el que vivían. Su cuerpo hacía lo posible por respirar, pero lo hacía tan lento como los pasos que habían dado antes las familias que huían de un punto a otro para no ser asesinados.
Su hermano Rogelio, no tenía mucho tiempo de haber fallecido. Ambos iniciaron con los mismos síntomas, el mismo dolor, en el mismo lugar y el mismo “susto” que inició cuando Magdalena Francisco, su mamá, regresó del campo con un pequeño costal de maíz que dejó en la entrada del campamento.
En la madrugada su hermana Anabela, regresaba del baño cuando vio a una anciana en cuclillas abrazándose las rodillas, justo en la mismo lugar dónde estaba el costal de granos. Su cabello canoso le llegaba a los pies, impidiendo verle el rostro y provocándole un grito que levantó de un susto a Rogelio de seis años, y al más pequeño, Sabino. La anciana resultó ser el costal, y el “susto” una anemia avanzada que con los días provocó la muerte de Rogelio. Cuando todo parecía que Sabino alcanzaría a su hermano porque sus ojos ya no se le veían puestos en la tierra sino entre las nubes, su mamá decidió mandar a llamar a Francisco Esteban, su esposo, el papá de sus seis hijos.

En la fotografía aparece Francisco Esteban, padre de Sabino, dentro de la montaña en una comunidad clandestina. Francisco formó parte de las primeras cooperativas de Ixcán. Además, participó como miembro de las CPR en los procesos de Paz. Foto: Archivo familiar.
Francisco, antes de la guerra, participaba dentro de la junta directiva de la cooperativa de Pueblo Nuevo, parcelamiento fundado con la ayuda del Padre norteamericano Guillermo Woods. Además, dentro de las CPR era parte del Comité de Parcelarios de Ixcán, comité central de los diferentes campamentos de las Comunidades de Población en Resistencia.
Al regresar al campamento donde estaba su familia, Francisco le contó a un amigo la enfermedad de su hijo. Este amigo conocía a un anciano curandero, lo buscaron y le hablaron. El anciano se dirigió a la orilla de un río, buscó un árbol de amate, le sacó un liquido blanco y se lo dieron de beber. Era como un ácido que le recorría las entrañas y las alas de murciélago que se le habían dibujado en el cuerpo. La savia actuó como un desparasitante que regresó los ojos del hijo enfermo hacia el rostro de los suyos. A la tierra.
Una guerra que lo llevó a la Poesía
Todo eso había pasado para que Sabino llegara a tomar una decisión dentro de esa guerra que los atrincheraba a él y a su familia.
Estudió la primaria dentro de las CPR, escuelas construidas con paredes de caña de milpa y laminas donadas por organizaciones extranjeras de derechos humanos, ahí aprendió a escribir y leer. Eran los últimos años en que las comunidades estaría escondidas. Llegaban periodistas a tomar fotografías y vídeos. La mayoría eran de otros países.
Años después las comunidades salieron al claro, y finalmente, de forma más segura, al firmarse los acuerdos de paz en 1996, y pudo seguir estudiando secundaria y tomar la decisión de unirse a los libros y a la poesía. No hubo dudas. Todo estaba a flor de piel.
Ese filo con la vida es parte de su poesía. Escribe primero en qanjobal, luego lo traduce al español, buscando las palabras que más se acercan a lo que siente. Pensar, ver las cosas y el mundo desde su identidad maya.
“Desde niño, toda la educación primaria la cursé en las CPR, en un contexto de persecución y muerte que se acumuló en mi conciencia, y descubrí la poesía como una forma de expresión”, dice Sabino.
Las primeras influencias literarias que llegaron a sus manos fueron de los poetas chilenos Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Su primer contacto con un poeta guatemalteco fue con Delia Quiñónez. Ella lo llevó con otro poeta, Francisco Morales Santos. Y así, entre poetas, conoció la poesía de otros: Julio Fausto Aguilera, Roberto Obregon, Luis Alfredo Arango, Otto René Castillo y Humberto Ak´abal.
“No necesito ir lejos para escribir un poema. Nacen de la cotidianidad y contexto rural que se desenvuelve la gente que trabaja y sufre. Además del inmenso lenguaje de la naturaleza que también es música, de la realidad cultural que me rodea, es lo que está presente en mi poesía”, señala.

Un rotulo da la bienvenida al parcelamiento donde vive Sabino. Está escrito en el idioma Mam, Xalbal, que significa rana (Xal) y tigre (b´al). Foto: Diego Gabriel Silva.
Un libro multiétnico:
La migración y desplazamiento de diferentes pueblos mayas a Ixcán desde los años setenta, es el tema de un libro que está escribiendo sobre el contexto multicultural en esta parte de Quiché. No solo fue el desplazamiento forzado, también cultural, lo que ha provocado el debilitamiento de los idiomas mayas. El Man, Q´aqchikel, Q´eqchi´, Q´anjob´al, Chuj, Jakalteco o Popti, son algunos de los grupos étnicos que conviven en la región. Cada uno con una tradición oral que se está perdiendo, y la cual busca rescatar.
“Historias de cada etnia. Recopilar y publicar un cuento que pueda ser usado como material de lectura desde las escuelas. Ese es el proyecto que tengo ahora, al darme cuenta que aquí no existen materiales de lectura, desde el contexto cultural de nuestros alumnos. Entonces por ahí nace el interés, por recuperar esa historia cultural”, dice.
Sabino ha escrito cuatro libros, todos de poesía: Sq’aqaw yechel aqanej / Gemido de huellas (Editorial Cultura, 2007), Yetoq’ junjun b’ijan aq’al / Con pedazo de carbón (Editorial Cultura, 2011) Xik’ej K’al Xe’ej / Alas y raíces (Catafixia Editorial, 2013) y Sq’och Xajaw/La Escalera de la luna (Editorial Cultura, 2017)
“Para nosotros los pueblos indígenas, el idioma es el alma de nuestra cultura. Un legado que nuestros antepasados dejaron. El q´anjob´al me ha ayudado a entender y encontrar la forma en que tengo que escribir, es uno de los elementos que determinan como tiene que ser mi poesía”, afirma.

Xalbal inició a poblarse en el año de 1968, en el marco del proyecto de “Ixcán Grande”. Foto: Diego Gabriel Silva.
Fue a las orillas de río Xalbal, donde realizamos la entrevista y grabamos algunos de sus poemas. Una semana antes de visitar a Sabino, hablamos por teléfono, y me comentó que mi visita sería justo en las fechas de la feria titular, en Honor al Santo Patrono San José. Sin embargo, contar que sucede en un feria, es parte de otra historia.