SERGIO RAMÍREZ: “La ficción se construye sobre un piso, el piso de la realidad”
Sergio Ramírez (Nicaragua 1942), recibirá el Premio Cervantes 2017 en el mes de abril, siendo el primer Centroamericano en ganarlo. El galardón es considerado el más importante de las letras en español, y para que el escritor haya llegado a el existe todo un camino de Revolución y mucho que ver con el oficio de escribir. A los 25 años tenía dos libros publicados, uno de cuentos y una novela editada en Guatemala, Tiempo de Fulgor (1970). Eso le hace recordar la primera vez que visitó al país, y le da vergüenza (1960) porque pone en evidencia su edad, 75 años. Participó en el derrocamiento a Somoza y fue Vicepresidente de Daniel Ortega de 1985 a 1990. Pero se alejó del sandinismo y de Daniel Ortega. Llevaba 10 años involucrado en la revolución y alejado de escribir. Eso le dio terror, asegura. En esa época y durante un horario rígido, se levantaba de madrugada en plena revolución y en las peores circunstancias escribía algo que nada tenía que ver con la misma revolución. Desde sus años como estudiante de Derecho le fascinaba una serie de envenenamientos ocurridos en el año 1933, así nació Castigo Divino que cumple 30 años de haber sido publicada. “Deliberadamente me fui muy atrás en el tiempo, para no enfrentarme con algo que resultaba realmente complicado, escribir una novela sobre la revolución. Hubiera sido seguramente una pésima novela” dijo en la presentación de su libro Ya Nadie Llora por mí, segundo libro de una saga que inició con El cielo llora por mí, y que lo ha llevado por una gira en varios países, entre ellos Guatemala.
El Premio Cervantes coincidió con su nuevo libro. Una novela negra de personajes solitarios que se convierten en seres sociales, y el ambiente que les rodea llega a serles hostil. El inspector Dolores Morales, personaje principal del libro, viene de otra época, de la épica de la revolución. Viene de los altos valores morales que se defendieron con la vida y ahora se encuentra, muchos años después, con un medio extraño, un medio donde el dinero fácil, la corrupción y la falta de principios es lo que domina. Entonces le cuesta adaptarse o sobrevivir en medio de esta situación.
Sergio Ramírez también viene de esa otra época, pero ha logrado sobrevivir y adaptarse sin abandonar su ética en un mundo que ha revolucionado al cine, la televisión, incluso a la escritura. Una revolución que no solo es tecnológica, si no que afecta a la cultura. “Ésta es la revolución cultural más grande que ha habido desde la revolución de la imprenta”, dice. Todo estos cambios los vive desde Nicaragua, porque él como los astrónomos necesita un buen observatorio, y lo encontró volviendo a dónde nació. Desde allí logra ver mejor al mundo, y ser un mejor poeta que escribe narrativa. Además, considera que está en “el reposo del guerrero, para no hablar del cementerio de los elefantes”, dice. Sergio Ramírez nos responde desde el piso dónde se construye la ficción, el piso de la realidad:

Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017. Foto: Andres Silva
¿Quién es Sergio Ramírez en estos momentos de su vida?
Un escritor que busca con mucha afán continuar en el trabajo de la escritura. Para mi siempre ha sido un criterio invariable que la escritura no tiene plazo, no tiene edad, uno escribe hasta el final. No hay tercera edad en la escritura ni hay descanso, no hay retiro, y yo escogí un oficio del que siempre me siento feliz de haber decidido ser escritor contra viento y marea, y ahora que puedo serlo de tiempo completo, siempre me alegro de comprobar que cumplí con lo que yo quería en mi vida.
¿Y en estos momentos en que las agendas se aprietan (presentación del libro: Ya nadie llora por mí y, entrevistas por el Premio Cervantes), qué espacios son en los que se escribe?
Bueno, lo que pasa es que hay que acostumbrase a administrar los espacios y a enfrentar los fenómenos tal como se presentan. Un premio como este ha sido un verdadero terremoto en mi rutina. Desde que se anunció en noviembre he tenido que abandonar la rutina, estoy esperando que pase la ceremonia en abril, la entrega del premio, para recomponer mi situación y procurar sentarme de nuevo a escribir y decidir qué es lo que voy a hacer, pero obviamente mi decisión es seguir escribiendo, lo peor sería que un premio me saque de la escritura.
¿Centroamérica cómo se esta contando, cómo nos estamos escribiendo?
Hay una literatura joven, vibrosa. Estamos hablando de muchachos nacidos en los ochenta, que están en su juventud literaria, y eso lo están haciendo con mucha fuerza y diversidad. Cada vez surgen más nombres, más promesas, es decir, los escritores se multiplican no solo en números si no también en la calidad y diversidad de su obra literaria, eso me parece que es un fenómeno valioso. Algunos muchachos se desesperan un poco de no encontrar respuesta de editores, pero eso llega con el tiempo, esto es un asunto de paciencia y de seguir escribiendo. De repente aparecen todas las fuerzas alineadas.
Ya Nadie llora por mí, es un titulo que podría hablar de soledad, pareciera que hablara de soledad…
Los personajes de las novelas siempre se construyen como seres solitarios, son atractivos cuando se construyen como seres solitarios, y cuando se convierten en seres sociales necesariamente el ambiente que los rodea generalmente puede llegar a ser hostil, porque no corresponde a lo que ellos piensan que la sociedad debería de ser y hay un desacomodo, que es lo que pasa con mi personaje el inspector Dolores Morales, él viene de otra época, de la épica de la revolución, viene de estos altos valores morales que se defendieron con la vida y ahora se encuentra con un medio extraño, un medio donde el dinero fácil, la corrupción y la falta de principios es lo que domina. Entonces le cuesta adaptarse o sobrevivir en medio de esta situación. La trama para construir los personajes viene de esa gran contradicción.
Una contradicción y un dilema que abarca algo que es muy difícil de sostener en esta época, la ética…
La ética parecería que hoy en día es un valor en desuso, una cosa arcaica. Yo creo que este individualismo exacerbado que vivimos hoy en día en donde la enseñanza, la pedagogía social de cada día es pensar en si antes de dar de si, es contrario de lo que hizo los que promovieron los grande movimientos idealistas del último tercio del siglo XX, que era el desprendimiento ya si fuera marxista, ya si fuera cristiano de la teología de la liberación, pero era el prójimo, la preocupación era el prójimo, las condiciones en las que vivían los más pobres. Hoy en día el pensamiento es hacia adentro, pensar primero en la persona, en el yo mismo, y esto es un gran descalabro moral, no porque pensar en si mismo sea malo, no, uno tiene que buscar cómo superar sus condiciones de vida, está bien, pero tiene que fijarse en qué está pasando en el resto de la sociedad. Yo creo que esa introspección del pensamiento es lo que caracteriza el comienzo de este siglo XXI.
He leído y escuchado en algunas entrevista que este libro está inspirado en Nicaragua. Pero que bien podría hablar de otros países, como Guatemala…
Las sociedades centroamericanas se parecen mucho, y tiene estas especies de base comunicarte para el bien y también para el mal. Los efectos de la globalización no es solo la revolución digital y el establecimiento de mercados generales de productos homogéneos, si no también la globalización de la corrupción que también es parte del problema que aflige a Centroamérica, la globalización del narcotráfico, lavado de dinero, todo eso es una gran conspiración antimoral, antiética que ha descalabrado valores, eso afecta mucho a los jóvenes. Es algo que tenemos que enfrentar como parte de la realidad social.

Sergio Ramírez recibirá el Premio Cervantes en el mes de Abril de 2018. Foto: Andres Silva.
¿El libro (Ya nadie llora por mí) influye políticamente?
Como decía Rubén Darío, “yo me ocupo de la política porque la política es universal”, dice en el prólogo del libro Canto de vida y esperanza. La política se da por si misma en la literatura, uno no puede buscarla deliberadamente, porque los libros no son para hacer propaganda de ninguna ideología o atacar ningún sistema político, simplemente es poner las situaciones que se dan en la realidad y que el lector pueda sacar sus propias conclusiones.
¿Qué ha condicionado su escritura?. Si es que existe esa condición.
No sé si condicionar sea la palabra. Pero la realidad en que yo vivo, es decir, soy un observador puntual de la realidad, de los detalles y de la manera en cómo yo veo mi país y el resto de los países centroamericanos, eso modifica mi escritura. Si yo viviera en otro ambiente social pues obviamente mi escritura sería completamente diferente, pero sobre todo si yo voy a tocar temas contemporáneos en una novela, tengo que contar lo que está ahí. Es decir, hay un sedimento real de la ficción que nadie puede variar. La ficción se construye sobre un piso, que es el piso de la realidad.
¿La tecnología ha llegado a modificar la forma de escribir?
En mi caso ha sido un auxilio esencial desde que en los años ochenta comencé a usar un procesador de palabras, que me es un facilitador de la escritura por la capacidad de edición que adquirí, me ahorra muchísimo tiempo, y por otro lado, los instrumentos de comunicación modernos tampoco los puedo ignorar como parte de la realidad. De manera que, una novela que escribo hoy en día tiene que existir el Facebook, el WhatsApp, los teléfonos digitales, todas las formas nuevas de comunicación porque somos parte de esa vida, de la vida diaria que llevamos y que han modificado tanto la cultura. Es decir, antes el hecho de ir a revelar un rollo de fotografía era un hecho cultural, uno tenía que esperar que le entregaran el rollo rebelado para ver la imagen, mucho tiempo después de haberla tomado. Los directores de cine están viendo inmediatamente lo que están haciendo. Todo ha cambiado, en el cine, la televisión, ha cambiado en la escritura. Estamos viendo una era de cambio tecnológicos acelerados, una verdadera revolución que no solo es tecnológica si no que afecta a la cultura. Ésta es la revolución cultural más grande que ha habido desde la revolución de la imprenta.
Al dar a conocer sus impresiones al ganar el premio dijo “un narrado no puede dejar de ser nunca un poeta” ¿cómo ha influido la poesía?
Siempre, siempre. Creo que una narración tiene un ritmo y tiene música, tiene una melodía. Siempre estoy pendiente de que esa cadencia no se rompa. No es como la poesía que tiene una métrica, cuando se usa la métrica en la poesía aunque se escriben en versos blancos, sí detrás del oído uno tiene que tener ese ritmo, porque si no la prosa se descalabra. La poesía va introducida dentro de las líneas de la prosa. Comencé escribiendo poesía, en mi adolescencia dejé de hacerlo, pero me quedé con el poeta adentro, que es una manera de ver el mundo, ¿no?.
Un escritor muchas veces deja de vivir en su país. En su caso ¿cómo ha logrado seguir radicando en Nicaragua?
Es que yo he vivido en muchos lugares antes, Costa Rica, Alemania, he viajado mucho, pero llega el reposo del guerrero, uno tiene que volver al lugar donde nació y asentarse, para no hablar del Cementerio de los Elefantes (risas), y sobre todo porque vivir en el extranjero lo vi como un exilio. Hoy mismo no quisiera vivir en el extranjero, a menos de que alguien me obligara, que me sintiera con peligro a hacerlo, pero por mi propio voluntad no, yo me siento muy bien escribiendo desde Nicaragua, es un buen observatorio para mi y desde allí ver el mundo.
¿Cuando visita Guatemala qué escritores se le vienen a la mente?
Asturias, en primer lugar, y a otros que conocí. Logré conocer a Rafael Arévalo Martínez en su casa, ya muy anciano, ciego, logré conversar con él. Conocí a otros escritores que me parecían muy buenos, como Ricardo Estrada que era un cuentista estupendo. Tuve muy buena amistad con José María López Baldizón, cuentista de primera categoría que se debería de leer más de lo que se lee. Tuve una familiaridad con la literatura guatemalteca.
Es un escritor que sigue dejando un legado de libros, pero también un festival. Centroamérica Cuenta.
Es para promover la escritura, sobre todo la escritura joven. Invitamos a escritores hechos y derechos, pero mi preocupación es poner en la vitrina a los escritores jóvenes de Centroamérica, que los conozcan, que vengan otros escritores del mundo a encontrarse con ellos. Establecer estos lazos que ya han probado que son muy fructíferos. Se publican antológicas de los escritores jóvenes que van a Centroamérica Cuenta, tenemos el premio de cuento que es una manera de crear una plataforma; tenemos conexiones con el Hay Festival, con la Feria del Libro de Guadalajara, tenemos ahora mesas que se hacen en El Salvador. Vamos a tener una paralela en Centroamérica Cuenta en Panamá. Hay que multiplicar ésta vitrina.