Existe un lugar dentro de una orquesta en el que se debe de sostener la partitura que leen y ejecutan los distintos músicos. La sostiene con las manos o en muchos casos, con la batuta. Trazando líneas invisibles, dirigiendo una corriente de sonidos para alcanzar lo que el compositor trata de expresar en la obra que se interpreta.
Martín Corleto Orantes (1982), director de orquesta guatemalteco, celebra quince años de estar en ese lugar, en el cual debutó en el año 2007 con la Orquesta Sinfónica Nacional de Guatemala, y que lo ha llevado a dirigir distintas orquestas. Actualmente es director titular de la Orquesta Sinfónica de El Salvador, desde el año 2019.

Sus padres, la actriz y directora Patricia Orantes, y Manuel Corleto (1944-2008), dramaturgo, director y escritor, fueron los guías principales de una familia donde el arte siempre ha estado presente.
Recientemente estuvo en Guatemala invitado por la Orquesta Sinfónica Nacional para inaugurar la temporada 2022, ocasión que aprovechamos para entrevistarlo y hablar un poco sobre sus inicios, influencias, y lo que ha significado llegar a este aniversario al arribar a 15 años como director.
La música de fondo
Martín recuerda que le contaron que todo inició con el concierto para piano y Orquesta No. 2 de Sergei Rachmaninov. Más tarde él ya escuchaba a Mozart, Bach, o música del compositor alemán Carl Orff y su famosa Carmina Burana, música que se combinó con el Rock de los setentas con Jim Croce, Carole King, Bob Dylan y David Bowie, entre otros. Música que sus padres oían en casa, y que ha influenciado su vida personal y artística.
“No puedo olvidar que mi padre escribió la novela A fuerza de llorar tanto, (premio guatemalteco de novela), escuchando obsesivamente el réquiem de Mozart, la versión de Herbert von Karajan con la Filarmónica de Berlín. El casete daba vueltas y vueltas. Entonces, es música muy presente y cercana para nosotros”, dice.
Dirigir. Un mal necesario, un camino infinito
En el año 1998 debutó como integrante de la Orquesta Sinfónica Nacional de Guatemala, bajo la batuta de Ricardo del Carmen Asensio, uno de sus mentores, como lo fue Jorge Sarmientos, Igor Sarmientos, Kenneth Kiesler y Carlos Amat, figuras importantes en la dirección de orquesta, un lugar de largos desvelos estudiando partituras.
No sé si hay un privilegio en dirigir, o más bien una responsabilidad, un camino interminable, infinito.

“No sé si hay un privilegio en dirigir, o más bien una responsabilidad, un camino interminable, infinito. La preparación exhaustiva es el pan nuestro del director de orquesta, estando en contacto directo y profundamente inmersos en la música hasta donde nuestras posibilidades y el tiempo nos permiten. Mucho estudio, desvelo, trabajo, decenas de horas en una partitura. Es una gran oportunidad y privilegio estar tan cerca de la música y conocer a los compositores un poco más cerca, en ese misterio de sus magníficas y geniales creaciones. Es una gran responsabilidad”.
En ese lugar tiene a su espalda al público, y al frente, decenas de músicos. Para Martín estar ahí es un mal necesario donde en conjunto se busca lograr una utopía.
“Probablemente el director de orquesta sea un mal necesario. Salir de nuestro ego, ir a la voz del compositor, extraer la esencia más pura y visualizarla conjuntamente con el conjunto de artistas y músicos para llevarla a nuestra audiencia, esa es la gran función. Para que este proceso tan complejo, esta utopía, esta quimera se lleve a cabo necesitamos poner otra serie de factor a funcionar. El director que se para ahí debe pretender e internar inspirar a través de su trabajo para alcanzar ese fin, tener la mejor interpretación de la obra musical”, dice.
En esta entrevista, conducida por la periodista cultural Eslly Melgarejo, también se conversó sobre su paso por la comunidad el Zet, en San Juan Sacatepéquez, donde dirigió por casi quince años la Orquesta Sonidos de Esperanza.
Fotos: Eslly Melgarejo.
Diseño de portada: Andres Silva.